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Las cocinas de Barcelona, la evolución de una sociedad

Cocina de la Torre dels Pardals , en el barri del Guinardó, hacia el 1915.

Un volumen estudia las cocinas de Barcelona del 1859 al 1976, y ofrece un retrato de cómo se ha ido transformando este espacio central del hogar

Cocinas de Barcelona. El laboratorio doméstico de la ciudad moderna (1859-1976) (Comanegra), de Isabel Segura Soriano, es el primer estudio consagrado íntegramente a la cocina en el contexto de la capital catalana. Está dividido en cuatro etapas muy diferenciadas, que trazan la evolución de este espacio central del hogar, pero a la vez relegado a ser un espacio básicamente para las mujeres. La autora repasa en un primer momento las ideas innovadoras de Ildefonso Cerdà y Garcia Fària en un periodo que va del 1859 al 1896. Por primera vez se piensa en la cocina desde el punto de vista práctico y, por ejemplo, se dispone que la cocina tenga una ventilación directa a los patios interiores de los edificios. A parte de esto, hay que decir que eran cocinas bastante básicas.

A continuación, la autora analiza las cocinas espaciosas de La Pedrera, que por primera vez se sitúan cerca del comedor, aunque aisladas, así como las de las primeras casas baratas construidas en la ciudad (1897-1929). En un tercer momento, se repasa la vida en la ciudad durante la Segunda República y el estallido de la Guerra Civil (1930-1939), y finalmente se adentra en las primeras viviendas obreras de los polígonos habitacionales, la llegada de la industria de los electrodomésticos y la aparición de la estandarización del diseño. Durante años, las cocinas se situaron en pequeñas habitaciones escondidas para evitar que los malos olores se expandieras por la casa, y costó mucho tiempo integrarla al resto del hogar. La práctica habitual en viviendas sencillas de unificar la cocina y el comedor era rechazada porque se equiparaba con el barraquismo.


Una cocina eléctrica para usos domésticos presentada en la Exposición Universal de Chicago del 1893.

Leer la historia de la cocina a la ciudad de Barcelona es comprender también la historia de la emancipación de la mujer, puesto que estos espacios están pensados tradicionalmente para el uso femenino, ya sea las sirvientas o las amas de casa, según época y clase social. Isabel Segura mantiene la tesis de que esta segregación sexual de los espacios dentro de la vivienda se debe básicamente al hecho de que son arquitectos hombres quienes conciben estos espacios. Sólo hay que ver las demoledoras declaraciones del padre del racionalismo en arquitectura, Le Corbusier, sobre las cocinas. El 1976 se celebran las Jornadas Catalanas de la Mujer, que marcan un antes y un después en el desarrollo feminista puesto que se debatió sobre las condiciones de trabajo doméstico de las mujeres. De paso, cada vez se fue imponiendo más claramente un modelo de cocina abierta de estilo norte americano, una tendencia que llega hasta nuestros días y que en Deulonder defendemos porque integra la cocina, lugar privilegiado de reunión familiar, al resto de la casa.

Le Corbusier decía: «La mujer será feliz si el marido es feliz, la sonrisa de las mujeres es un don de los dioses. Y una cocina bien hecha es el precio de la paz en el hogar. Haced de vuestra cocina el lugar de la sonrisa femenina!»

Uno de los aspectos más interesantes del libro es el estudio de la revolución que representó para los hogares urbanos la introducción de los electrodomésticos. «Moulinex libera la mujer», rezaba el anuncio de la época de esta popular marca. Fue a mediados del siglo XX cuando las cocinas empezaron a estar «conectadas», es decir a disfrutar de gas, electricidad y agua, y a partir de aquí la evolución fue imparable. Segura muestra cómo a partir de los años cincuenta y sesenta las neveras y los frigoríficos se convierten en una pieza más del comedor y después se acabarán trasladando  a las cocinas, que crecerán en dimensiones para acoger la modernidad.

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